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Transmitancia térmica: ¿qué es y cómo se mide?
29 nondik azaroa 2023
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La transmitancia térmica refleja la capacidad de un elemento, ya sea una fachada, una ventana, un suelo o un tejado, para permitir el paso de la energía. Imagine esto como la eficacia de una manta para conservar el calor. Cuando se afirma que un material tiene baja conductividad térmica, indica que actúa como un buen aislante.
Los elementos que configuran la envolvente o el cascarón de una vivienda (fachadas, tejado, suelo, ventanas y puertas) se componen de distintas capas. Las distintas capas, su conductividad térmica y su espesor determinan la transmitancia térmica de cada zona de la envolvente.
La propiedad en cuestión es de suma importancia en la construcción de viviendas para lograr entornos interiores eficientes energéticamente, cómodos y sostenibles. También conocida como coeficiente de transmisión térmica o U, la transmitancia térmica se expresa en vatio por metro cuadrado y grado (W/m2k). Para medirla, se emplean diversos métodos que implican la manipulación de temperaturas y la medición de la transferencia de calor a través de la muestra de material, siendo utilizados en laboratorios especializados para evaluar las propiedades térmicas de materiales de construcción, ventanas, aislamientos y otros productos relacionados con la eficiencia energética.
La transmitancia térmica siempre es deseable que sea lo más baja posible, pues indica que un cerramiento o una ventana o puerta está bien aislada. La conductividad cuanto más baja mejor, la resistencia térmica cuando más alta mejor (para ello el espesor del aislante es fundamental, cuanto más grueso, mucho mejor). Para un mismo material, si se dobla el espesor de aislamiento, se estará también duplicando la resistencia térmica que aporta. Por esa misma razón la mejora en las ventanas viene también asociada a poner más capas (doble y hasta triple vidrio, con cámara de aire), más gruesas (cada vez más habitual vidrios de 6mm frente a los de 4mm), y con mejores aislantes (cámaras con gas argón en lugar de aire).
En España, la mayoría de las viviendas construidas antes de 1980 carecen de aislamiento térmico debido a la falta de normativas obligatorias en ese período. Por lo tanto, la integración de aislamiento térmico en estas estructuras es una tarea pendiente en el ámbito de la construcción existente.
En el caso de las construcciones nuevas, ajustando los niveles de aislamiento establecidos por el Código Técnico de la Edificación (CTE) en su sección HE1 de 2019, los espesores de aislamiento experimentan variaciones según la zona climática, la compacidad del edificio, las elecciones en los elementos constructivos y la gestión de los puentes térmicos.
Así podemos ver que la transmitancia máxima que nos autorizan en muros en una zona con severidad climática en invierno nivel D (zonas frías) es de 0,41, mientras que en zonas A (clima cálido) se autoriza elevar el valor hasta 0,70; y, sin embargo, en zona E (zonas muy frías) se bajaría incluso más, hasta un valor de 0,37.
Estos valores buscan ajustar las exigencias que se marcan a los edificios en función de la severidad del clima, limitando la demanda de calefacción y refrigeración y, por lo tanto, los consumos que tendrá el edificio.
La transmitancia global de la envolvente térmica (K) se refiere al rendimiento térmico general de todo el edificio. Sin embargo, este valor se calcula considerando las características individuales de cada elemento de la construcción. Cada uno de estos elementos debe cumplir con ciertos límites de transmitancia térmica (Ulim).
Estas transmitancias límite aseguran que la envolvente tenga una calidad mínima y evitan desequilibrios en la temperatura de los espacios dentro del edificio. Sin embargo, es importante destacar que cumplir con los límites de cada elemento por separado no asegura automáticamente el cumplimiento general del edificio, ya que este está determinado por la transmitancia global de la envolvente térmica (K).