- Sostenibilidad
Efecto invernadero: ¿podemos frenarlo todavía?
21 de junio 2023
3 min de lectura
Una de las principales razones por las que los seres humanos podemos habitar la Tierra es su agradable temperatura, de 15ºC de media. Y si la temperatura del planeta es la que es, se debe, entre otras cosas, a los gases de efecto invernadero que despide de forma natural, los cuales, explica la Organización Meteorológica Mundial, "dejan que la radiación solar llegue a la superficie terrestre, pero absorben la radiación infrarroja emitida por la Tierra y, por tanto, provocan el calentamiento de la superficie del planeta", haciéndola habitable.
Estos gases que provocan el efecto invernadero de forma natural son, sobre todo, vapor de agua (H2O), dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O). Actúan, por tanto, como una confortable manta protectora: sin ellos en su justa proporción, la superficie de la Tierra sería aproximadamente 33ºC más fría.
En el último siglo, el equilibrio de esos gases se ha visto alterado por la actividad humana, principalmente, a través de la quema de combustibles fósiles que agregan dióxido de carbono al aire. En consecuencia, "el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra ha estado aumentando constantemente durante décadas atrapando el calor adicional cerca de la superficie, lo que hace que aumenten las temperaturas", explica la NASA.
Es decir, lo que era una temperatura agradable empieza a incrementarse peligrosamente, con efectos negativos tanto para el planeta como para sus habitantes. Es el fenómeno que se conoce como calentamiento global.
CAUSAS DEL EFECTO INVERNADERO
Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático del Parlamento Europeo, las emisiones de gases de efecto invernadero que provienen de las actividades humanas han contribuido en torno a 1,1°C al calentamiento global desde principios del siglo XX.
El uso que hace el ser humano de la energía es el origen principal de las emisiones nocivas de gases de efecto invernadero. Estamos hablando de la necesaria para alimentar industrias como la siderurgia, los combustibles que mueven coches, barcos y aviones o la electricidad que ilumina calles y edificios. Estas prácticas emiten dióxido de carbono, compuesto que representa alrededor del 80% de los gases de efecto invernadero producidos por el hombre.
El resto es, en un 11%, metano, producido especialmente por el gas natural, el petróleo y la fermentación entérica (un proceso en el aparato digestivo de animales como las vacas); el 6%, ácido, que en su mayor parte proviene de la producción de fertilizantes inorgánicos; y el 2%, gases fluorados, resultado de sistemas de aire acondicionado, tanto de vehículos como de edificios. A diferencia de otros, estos gases fluorados solo existen a consecuencia de actividades relacionadas con el ser humano.
En cuanto a la procedencia de las emisiones, en el territorio de la Unión Europea el 77,01% son generadas por el sector energético; el 10,55%, por la agricultura; el 9,10%, por los procesos industriales y uso de productos; y el 3,32%, por la gestión de residuos. China es el primer país emisor de gases de efecto invernadero del mundo (con 13.067 kilotoneladas de equivalente de CO2), seguido de Estados Unidos, con menos de la mitad. En tercer lugar, está la Unión Europea.
Se ha constatado que estas emisiones son relativamente recientes, lo que explicaría la gravedad actual del calentamiento global. Analizadas las emisiones de dióxido de carbono desde 1850, el 58% se produjeron durante un periodo de 139 años (hasta 1989), mientras que un alarmante 42% surgieron entre 1990 y 2019, en algo menos de 30 años. Según Naciones Unidas, de seguir así, a final del presente siglo la temperatura de la Tierra podría aumentar en 1,5ºC.
Cada compuesto tiene un comportamiento distinto en la atmósfera. Así, el dióxido de carbono puede quedarse en el aire al menos 200 años; el metano, en cambio, desaparece a los 12 años, pero es 81 veces más potente.
CONSECUENCIAS DEL EFECTO INVERNADERO
Los gases de efecto invernadero tienen consecuencias nefastas para el medio ambiente y la salud. Respecto al medio ambiente, una temperatura más alta en la superficie del planeta provoca un aumento de las sequías, lo que ya ha derivado, según la ONU, en "una reducción significativa en la producción de maíz, trigo y otros cultivos importantes, de 40 megatones anuales a nivel mundial entre 1981 y 2002 debido a un clima más cálido". Debido a estas sequías, además, los incendios se propagan más fácilmente y son más virulentos y se dificulta el acceso a agua por parte de muchas personas.
El calentamiento de la Tierra contribuye además a la proliferación de fenómenos atmosféricos extremos. Por ejemplo, ciclones, huracanes y tifones se alimentan de las aguas templadas de la superficie del mar. Por otra parte, cuanto más calor hace, más rápidamente se evapora el agua, lo que causa inundaciones, lluvias y tormentas destructivas. Todo esto, a su vez, deriva en importantes pérdidas económicas para las comunidades.
Efecto también del calentamiento del agua es la aceleración del deshielo y el consiguiente aumento de nivel del mar. De acuerdo con Naciones Unidas, "entre 1901 y 2010 el nivel medio del mar aumentó 19 centímetros, pues los océanos se expandieron debido al calentamiento y al deshielo. La extensión del hielo marino del Ártico se ha reducido desde 1979, con una pérdida de hielo de 1,07 millones de km2 cada decenio". La desaparición de placas de hielo e icebergs pone en riesgo la supervivencia de muchas especies, también amenazadas por fenómenos anteriormente citados, como los incendios forestales. En ese contexto, los recursos pesqueros, agrícolas y ganaderos pueden volverse menos productivos, provocando escasez de alimentos.
Pero los gases de efecto invernadero tienen también repercusión en la salud de las personas. Según un estudio de 2022 llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Illinois, "la exposición a altas concentraciones a largo plazo se vuelve perjudicial. La exposición crónica afecta lentamente múltiples órganos diferentes, principalmente el sistema respiratorio, el sistema cardiovascular, el sistema nervioso central, el sistema inmunitario, el sistema digestivo y, a menudo, el sistema reproductivo".
Estos potenciales problemas de salud conllevan, según la OMS, que "dado que la mayoría de las personas más pobres no tienen seguro médico, las crisis y el estrés de la salud empujan a alrededor de 100 millones de personas a la pobreza cada año, y los impactos del cambio climático empeoran esta tendencia".
SOLUCIONES AL EFECTO INVERNADERO
Si hablamos de soluciones estamos dando por sentado que el problema se puede solucionar o, por lo menos, atenuar. ¿Se puede? Bueno, no de un día para otro, pero sí progresivamente. Según NOAA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica del gobierno de Estados Unidos, si todas las emisiones humanas de gases que atrapan el calor se detuvieran hoy, la temperatura de la Tierra continuaría aumentando durante algunas décadas a medida que las corrientes oceánicas trajeran el exceso de calor almacenado en las profundidades del océano de regreso a la superficie.
"Una vez que este exceso de calor se irradiara al espacio, la temperatura de la Tierra se estabilizaría", explica este organismo. "Sin más influencia humana, los procesos naturales comenzarían a eliminar lentamente el exceso de dióxido de carbono de la atmósfera y las temperaturas globales comenzarían a disminuir gradualmente".
A juicio de la ONU, si se adopta una amplia gama de medidas tecnológicas y cambios en el comportamiento, aún es posible limitar el aumento de la temperatura media mundial a 2ºC por encima de los niveles preindustriales. Y añade: "Para preservar un clima habitable, las emisiones promedio por persona por año deberán reducirse a alrededor de 2 a 2,5 toneladas de CO2 equivalente para 2030".
Esta organización pone el foco en acciones individuales para afrontar la crisis climática. Para ello, propone empezar con medidas sencillas como:
- Ahorrar energía en el hogar (puede reducir tu huella de carbono hasta en 900 kilogramos de CO2 por año)
- Caminar, desplazarse o usar transporte público (puede reducir hasta dos toneladas de CO2 en comparación con el empleo de coche)
- Comer más verduras (hasta 500 kilogramos)
- Viajar menos en avión (hasta dos toneladas)
- Evitar desperdicios de comida (hasta 300 kilogramos); reciclar (hasta 17 kilogramos)
- Pasarse a energía solar en casa: dar este paso puede ahorrar hasta 1,5 toneladas. Contratar energía 100% renovable (eólica, solar...) o colocar placas solares en nuestros tejados, además, no solo ayuda a que, entre todos, reduzcamos el efecto invernadero, sino que, desde Smart Solar de Iberdrola, te asegura un ahorro de entre un 30 y 70% en nuestra factura de la luz.
- Emplear vehículos eléctricos (hasta 700 kilogramos).
Para las empresas, el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas ha lanzado una iniciativa para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en 30 gigatoneladas al año en 2030, calculando el ahorro en seis sectores: energético, transporte, industria, agricultura, construcción y ecosistemas naturales.
Por parte de los gobiernos, en 2011, la Comisión Europea promulgó una hoja de ruta para que los países miembros redujeran sus emisiones en un 80% por debajo de los límites de 1990. Asimismo, se ha marcado el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050.
Pese a todo, hay motivos para un optimismo moderado. Aunque las emisiones a escala mundial crecieron un 0,9% en 2022, "las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea han disminuido rápidamente en los últimos años, alcanzando un 24 % por debajo de los niveles de 1990 y un 31 % estimado en 2020", según la Agencia Europea del Medio Ambiente.